Vivir en la ciudad
Diario de la vida cotidiana en Paris
miércoles, diciembre 10, 2008
Gastronomia en Paris
sábado, febrero 23, 2008
Concierto: The Magnetic Fields, NY
El pasado jueves (21-2-2008) Merritt iniciaba la gira en el Town Hall neoyorquino dando muestras de su tradicional indolencia. Primero salieron los teloneros: un "grupo" llamado "Interstellar Radio Company" que tras una introducción mencionado referencias de Orson Welles en la Mercury y varias tonterías conceptuales, hicieron una versión radiofónica del cuento Tell-Tale Heart de Poe (en resumen: un actor curiosamente llamado Adam Green -no, no ése- haciendo las voces, un músico al piano y un chaval haciendo ruidos cortando pepinos). La actuación estaría bien para una radio pero quedaba muy ridícula sobre el escenario, aunque era quizás lo único presentable antes del tenue y silencioso grupo de Merritt (dicen que los teloneros no se pueden "comer" al grupo principal).
Finalmente, ante la ovación general, allí estaban los cuatro Magnetic Fields: la pareja de hecho guitarra + violonchelo, Gonson al piano y Merritt con un instrumento no identificado parecido a un banjo grande. También estaba Shirley Simms, la voz femenina más presente del 69 y de Distortion, que interpretó bastantes canciones.
Nada más salir a escena anunciaron que el concierto iba a tener dos partes divididas por quince minutos de intermedio. ¿Buenas noticias? Pésimas. Estaba claro que ninguno de ellos quería estar ahí y se cuidaron de tocar lo menos posible. La primera mitad duró exactamente 45 minutos, una buena parte dedicados a un diálogo en principio ridículo entre Merritt y Gonson sobre cuatro asientos vacíos en primera fila. Claudia quería que alguien de pie los aprovechara; Stephen insistía que esos asientos pertenecían a alguien en su derecho de pagar y no venir. La broma del principio se hizo primero aburrida (tras cada canción Clauda repetía el comentario) y luego reveladora, pues empecé a pensar que en realidad el propio Merritt había comprado esos asientos como protesta y guía para admiradores de buen corazón: compra tu entrada para que la empresa me deje tranquilo pero después quédate en casa escuchando el disco, no vengas al concierto. Tras los 15 minutos de descanso en los que la sala se hizo de oro vendiendo cerveza a precio de champán francés, empezó la segunda parte: 25 minutos, a los que añadir 5 minutos de aplausos de puro teatro hasta que el grupo volvió a salir para "regalar" otros 10 minutos y otros 5 minutos de aplausos finales.
Lo siento, Merritt: mereció la pena después de todo.
jueves, febrero 07, 2008
Feliz año... de la rata
En China y en Nueva York hoy es el Nuevo Año Lunar: el año de la rata. Durante esta semana Chinatown se llena de celebraciones, dragones mágicos, dim-sums copiosos, fuegos artificiales interminables y unos misteriosos tubos de cartón que accionan paracaídas de plástico con papelitos colgando. Para nosotros, occidentales, el año empieza cuando empieza el año, el invierno es en invierno y el verano en verano y así una eterna lista de tautologías que no aplican en el resto del mundo. Así, mientras medio mundo celebra el Año, el otro medio se desvive al teléfono intentando conseguir una mesa en el restaurante de turno para celebrar San Valentín.
La semana siguiente sin duda, otro barrio de la ciudad, quizás otros muchos, quizás todos, celebrarán alguna otra tradición extraña y nos recordarán que el mundo es ancho y las culturas cuantiosas. Suerte que todas tengan su pequeño lugar en esta ciudad de ciudades llamada Nueva York.
martes, febrero 05, 2008
Super Tuesday
lunes, febrero 04, 2008
El regreso
Con este espíritu del estreno (de ciudad, de año, de nariz…) he decidido volver a retomar estas páginas virtuales, a las que llevo abandonadas un año exacto, más para ejercitar mi pluma para futuros proyectos y evitar la galopante pérdida de memoria que por afán de llamar la atención, aunque ésta sea siempre bienvenida. Obviamente he decidido ignorar las convenciones del género. Reconozco mi incapacidad para narrar mi vida en un telegrama absurdo, en una lista de cosas y lugares que hacer o visitar antes de morir, en una entrada trufada de faltas de ortografía donde comentar el último cotilleo, pontificar sobre política o resumir trabajosamente todas las noticias publicadas acerca del futuro de alguna materia.
Llegué a la ciudad el miércoles (30 de enero) tras un trabajoso vuelo con escala en Dublín decidido a recuperar esa parte de la rutina cotidiana que tanto extrañé las pasadas semanas. El delicioso café de Joe's (un fuerte café que –como Nueva York- no se acaba nunca). Las tartas de bacalao vegetarianas de Red Bamboo (entrañable contrapunto a los bacalaos del Revuelta madrileño). Los grandes ventanales de la biblioteca de NYU, por donde asoman el Chrysler y el Empire State con sus luces de colorines para encontrarme dormitando apaciblemente. Las matutinas clases de yoga que me terminan de adormecer en la certidumbre de que todo, salvo las sensaciones físicas, viene a ser una pura mentira (especialmente el futuro).
Como si los Reyes Magos me hubieran regalado un Nueva York de Lego, este ficticio fin de semana me lancé al desenfreno de montar y desmontar la isla de un lugar a otro. El jueves (31 de enero) estuve merodeando por la zona del Lincoln Center y al fin descubrí por pura casualidad dos joyas –una cafetería y una tetería- idóneas para escapar de la tiranía Starbucks y concederse una dosis de lirismo. El Café de la Fortuna se vende como una de las muchas madrigueras de John Lenon y todavía mantiene ése ambiente de intelectualidad neoyorquina de los sesenta junto con un jardín que promete largas conversaciones estivales. Alice's Tea Cup es una romántica tetería con mesas de madera estilo rústico y tazas de porcelana, el lugar perfecto para leer una novela victoriana y contemplar de soslayo a universitarias de clase alta leyendo a Hegel con sensualidad. Tras la doble sesión de cafeína y teína, conseguí una mesa sin reserva en Telepan al parecer uno de los mejores restaurantes asequibles según el NYT y que al final no fue ni tan bueno ni tan asequible. La velada terminó en el Metropolitan, donde había conseguido un par de entradas para ver “Hansel y Gretel” aprovechando mi sempiterno descuento de estudiante. La ópera, de un tal E. Humperdinck, resultó bastante soporífera después de todo.
El viernes (1 de febrero) conseguí ver al fin “There Will Be Blood” la última película de Paul Thomas Anderson sobre la que a buen seguro escribiré más adelante.
El sábado (2 de febrero) decidí hacer algo que siempre había pospuesto por alguna razón u otra: una excursión en teleférico hasta Roosevelt Island. El viaje dura menos de cinco minutos y carece de todo glamour pero las vistas del lado este de Midtown son excepcionales. La isla es una ínfima parcela de tierra entre Manhattan y Queens ocupada por edificios residenciales y un único restaurante –Trellis, bastante malo- donde estuve almorzando. Después tomé la línea F del metro hasta Brooklyn Heights, donde había quedado con unos amigos para ir al cine del BAM a ver la película “Le scaphandre et le Papillon” y cenar en un pintoresco aunque irregular restaurante mexicano llamado Los Pollitos II en el área de Park Slope.
viernes, enero 26, 2007
Gatronomía urbana
Uno de los pasatiempos favoritos de los neoyorkinos es comer fuera (en invierno se acepta que lo lleven a domicilio; nunca, bajo ningún concepto, se cocina en casa). Y el mapa gastronómico por excelencia es sin duda
Esta semana pasada (de mi cumpleaños) y aprovechando que me han regalado la dichosa guía me he dado al turismo gastronómico con el entusiasmo propio del regreso y la despreocupación característica de un ficticio principio de mes que en esta ciudad dura dos días (el resto es "fin de mes"). Este es el resultado de una semana de pesquisas gastronómicas.
- Martes. Mamá Juana. (Cerca de The Cloisters)
Paella con langosta y chorizo (ejem...) y espectáculo de flamenco por españoles para latinos. Un sitio que acaba de abrir (aún no está en la Zagat) y que merece la pena.
- Miércoles. Havana Alma De Cuba (94 Christopher St.) 21/30
Cubano en medio del Village, aquí fue donde pasé el cumpleaños y el trato fue excelente (hasta me sacaron un pastelito mientras todo el local me cantaba el cumpleaños feliz). La comida -y la bebida- muy buenas.
- Viernes. Malatesta Trattoria (649 Washington Street) 21/30.
Delicioso italiano a las orillas del río con una decoración preciosa, pasta casera y servicio excelente (españoles, italianos…).
- Sábado. Mexicana Mama (47 E. 12th St.) 25/30.
El mejor mexicano de la ciudad según el Zagat se encuentra (como casi todo) a cinco minutos andando de mi casa, así que no pude contenerme por más tiempo y el sábado fui a comprobar si la comida está realmente a la altura. Y ciertamente no está mal. El guacamole es muy bueno, con un aguacate poco triturado (quizás demasiado poco) pero que crea así una textura bastante agradable en la boca. La enchilada roja (con mole, sobre patatas asadas) y el burrito de “vegetales” (en realidad de calabaza) estaban deliciosos. En cuanto a la inefable michelada de Negra Modelo, estaba demasiado fuerte, quizás por servirla en un vaso muy pequeño que había que ir rellenando con la botella de cerveza (¡la michelada se sirve entera en el vaso!). Decididamente un buen sitio a precios razonables, aunque la comida no es estrictamente tradicional sino una revisión contemporánea de los platillos mexicanos. Y, bueno, en mi opinión tampoco es el mejor mexicano de Nueva York.
- Domingo. Yuka (
Después de una increíble visita guiada al Metropolitan (al mundo entero, incluyendo la “Piedra de Agua”) nada mejor que una comida ligera por la zona. Yuka es un sitio agradable, familiar, con una excelente relación calidad/precio.
miércoles, octubre 25, 2006
Violación capilar
El lugar se encuentra en un sótano sin ventanas, bajo un gran cartel, y al entrar parece una peluquería de las que tantas veces he visto en el cine americano de los cuarenta, algo deliciosamente típico. Un montón de peluqueros de orígenes diversos, rozando la senectud, trabajando cada uno en un "puesto" junto a la pared. Este puesto incluye una silla desgastada de color rojo, un espejo sucio con fotografías de la parienta, de los hijos y estampitas del Sagrado Corazón, y unas tijeras de cortar el pescado. Sorprendentemente, también suele incluir un cliente. En este caso yo.
Nada más llegar me asignaron un tal Marco, un hombre casi en la tercera edad que me preguntó con un fuerte acento cómo quería el corte. Yo normalmente respondo algo abierto, "creativo", "con movimiento", etc. pero en este caso y visto el percal di instrucciones precisas que fueron precisamente ignoradas. Veo una bandera de Cuba y le pregunto si viene de allí. Empezamos a hablar en castellano. Me informa sobre dónde comprar aceite español (Carbonell en New Jersey, donde hay una comunidad de cubanos...). Yo intento confraternizar para ver si le caigo bien y se esfuerza un poco más (léase algo). Error. Erreur. En lugar de cortarme el pelo mueve las tijeras en el aire, las cierra distraídamente pero se queda a centímetros de mi pelo. Entonces, con la confianza, se pone a contarme la vida de su abuelo, un castellano que emigró, construyó un imperio de transporte y fue despojado de sus bienes por el régimen Castrista. Yo asiento a todo, nervioso, con ganas de salir corriendo, dando la razón, poniendo muecas de conmiseración. El se va calentando. Y de pronto me suelta... "Es que Castro era español". Y entonces, miedo. Terror. Terreur. El viejecito con las tijeras se convierte en un criminal. O casi. Me pregunta si quiero gel y yo -que llevo asintiendo par default media hora- digo que sí. Entonces mete los dedos en un bote con algo blanco y pringoso y me lo pone en los cabellos. Noto los pelos estremecerse. Reprimo un aullido. Me da una palmadita en la espalda y me dice que voy muy elegante...
La pesadilla ha terminado. Llego corriendo a casa, me lavo la cabeza y juro ahorrar hasta poder permitirme un peluquero normal o dejarme barbas hasta que regrese a España.