jueves, febrero 07, 2008

Feliz año... de la rata

Se ha dicho un sinnúmero de veces que Nueva York es la capital del mundo. Capital política gracias a la sede de las Naciones Unidas. Capital económica por la importancia de Wall Street en los mercados internacionales. Capital cultural con las decenas de museos, galerías y aspirantes a artistas soñando alcanzar la fama mientras sirven en cualquier restaurante. Pero la condición capitalina de Nueva York resulta más evidente fuera de esa barbarie globalizadora de hoteles de lujo, lounges minimalistas, modelos desnutridas con cara de palo y botellas de champán francés que hacen de Londres, Madrid o París una misma ciudad de tedio continuo. El verdadero Nueva York respira por el tufo de las pescaderías bulliciosas del oculto Chinatown, por los colmados dominicanos de Washington Heights donde uno aprende a distinguir la yuca de la yautía, por las pastelerías y heladerías italianas que van convirtiéndose en caricaturas para turistas, por las tiendas judías de carnes frías y diamantes (por separado), por los mercados callejeros de Harlem donde siempre se escucha música y huele a pollo asado, por los innumerables barrios mexicanos divididos entre los partidarios de las telenovelas de Telemundo y las de Univisión, por los escaparates de Christopher Street repletos de juguetes sexuales. Lo es, en fin, por y para las gentes corrientes que cada día inscriben sus culturas y costumbres sobre las calles y barrios de la ciudad.

En China y en Nueva York hoy es el Nuevo Año Lunar: el año de la rata. Durante esta semana Chinatown se llena de celebraciones, dragones mágicos, dim-sums copiosos, fuegos artificiales interminables y unos misteriosos tubos de cartón que accionan paracaídas de plástico con papelitos colgando. Para nosotros, occidentales, el año empieza cuando empieza el año, el invierno es en invierno y el verano en verano y así una eterna lista de tautologías que no aplican en el resto del mundo. Así, mientras medio mundo celebra el Año, el otro medio se desvive al teléfono intentando conseguir una mesa en el restaurante de turno para celebrar San Valentín.

La semana siguiente sin duda, otro barrio de la ciudad, quizás otros muchos, quizás todos, celebrarán alguna otra tradición extraña y nos recordarán que el mundo es ancho y las culturas cuantiosas. Suerte que todas tengan su pequeño lugar en esta ciudad de ciudades llamada Nueva York.

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